Noguera: un lugar donde empaparse de Mediterráneo

Casa Meua és Casa Teua vuelve en septiembre con la visita a un restaurante que ha mantenido la autenticidad y ha hecho del compromiso su sello de identidad

Si un lugar rezuma mediterraneidad por los cuatro costados es el Restaurante Noguera. Allí, el mar se come, se huele, se escucha, se respira y se palpa con la mirada. Pocos establecimientos como éste ofrecen tanto mar en sí mismos. A mediados de los años cincuenta del siglo pasado, a vora mar y en una barraca, Juanito Noguera y Rosa Chesa empezaron a escribir una historia que, sin saberlo, los situaría en un lugar privilegiado dentro del mapa de la cocina de la Marina Alta. La suya es una historia aderezada de anécdotas, recuerdos y superación. Inconclusa, porque sus descendientes -ya van por la tercera generación- siguen dando cuerpo a un relato que habla de tradición, territorio y sostenibilidad. Pero también de respeto y amor por lo que se tiene y se hace. Casa Meua és Casa Teua, el programa con el que Els Magazinos homenajea a aquellas familias que han hecho de la gastronomía de Dénia y la comarca un referente con sello de identidad, visita este mes de septiembre este restaurante situado en la Punta de l’Estanyó de Dénia, donde la vista se pierde con el mar, el Mondúver y el Golfo de Valencia al fondo.

El Restaurante Noguera ha sido objeto de cambios y remodelaciones a la largo de su trayectoria. La más reciente hace solo unos meses, en primavera, con el objetivo de hacer más real desde todos los rincones, si cabe, esa conexión con el mar. El peso del Mediterráneo se aprecia en la carta, que con el tiempo ha ido incorporando toques de modernidad sin perder aquello que se convirtió en su principal atractivo: la autenticidad. Las primeras oleadas de turistas buscaban la cocina de la zona, “no había que hacer mucho esfuerzo”, comenta Anna Betlem Castellano Noguera, nieta de los fundadores. Por eso, su oferta, en la que despuntaron desde el primer momento los arroces, las cocas y las tapas marineras, como el pulpo, la sepia, las tellinas o el pescadito frito, se nutre también de salazones y otros platos y tapas del recetario de la Marina, como el espencat. Ahora bien, ha cambiado la manera de presentar las cosas y en muchos casos se les ha dado un toque de innovación. Pero, además, se ha introducido la brasa, con sabrosas carnes y ricos pescados frescos para la noche.

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La esencia

Detrás de la cocina del Noguera hay compromiso. Pero también “bon profit i bona mar”. Con esas palabras define Anna Betlem Castellano, al frente de la gerencia, la esencia de un restaurante comprometido con la proximidad, la sostenibilidad, la tecnología y la salud. Ese es el camino que se han trazado los seis nietos de Juan ‘el Rull’ y Rosa, los fundadores del Restaurante Noguera y el Hotel Noguera Mar, a quienes acompaña en esta aventura su tío Juanjo Noguera. En 2015 recibieron el reconocimiento como destino SICTED, en 2020 el de l’Exquisit y más recientemente, el sello Bancalet, que reconoce su identificación con la cultura agroalimentaria de Dénia y la Marina Alta.

“Nuestra principal característica -explica la gerente- es el amor por lo que hacemos y somos y también por nuestro territorio”. Habla de la magia de satisfacer los paladares de los comensales y de conseguir que se lleven de la mesa una experiencia que recordarán. Porque para ella es esencial que se dé una buena atención al cliente, “algo de lo que muchos que trabajan en la hostelería no son conscientes”. “Estamos gestionando felicidad y hay que dar valor al oficio de servir”, añade, “es indispensable”. 

La ‘caseta’

Todo empezó en la ‘caseta’ de l’Estanyó donde Juan Noguera y Rosa Chesa, que residían en El Verger, pasaban los veranos. Él era aficionado a la pesca y gustaba de salir al mar con su barca. “Estamos en un lugar privilegiado”, señala su nieta, “entre la desembocadura del río Girona y l’Alberca, cuyos sedimentos enriquecían la pesca”. La bahía que se forma frente al restaurante gozaba de una rica pradera de posidonia que alimentaba la biodiversidad. El pescado era abundante. “Se sacaban los erizos y los pulpos ‘a cabassaes’, recuerda, y era fácil encontrar tellinas, coger ‘gambeta’ para preparar gamba amb bleda y, al nadar, ver agujas y caballitos de mar. “La cadena se ha roto”, lamenta, “y ahora todo eso se ha perdido”.

En aquellos años de abundancia, Rosa cocinaba el pescado que Juan capturaba y lo compartía con las amistades. Poco a poco la cosa fue a más y acudía más gente a probar los guisos que ella elaboraba. En 1953 decidió cobrar por un trabajo que hasta ese momento hacía de forma altruista y se abrió una ventana en la casa para atender a la gente. El negocio prosperaba -la casa tenía pozo y se podía también dar de beber al cliente- y en 1959 se construyó una barraca con cañizos en el lugar que ahora ocupan el restaurante y el hotel. Abrían prácticamente solo en verano. En fechas destacadas, como Sant Vicent o Sant Miquel, había la costumbre de pasar el día en la playa y la barraca se llenaba. Por Sant Jaume, en el lugar en que se encuentra la terraza, se llegaron a soltar toros. Las fiestas se celebraban a lo grande y todavía se mantiene ese espíritu, como ocurre el día de Sant Joan.

Paellas, pescado, cacahuetes y cazalla eran la base de su oferta. “Siempre había caldo de pescado, para preparar una sopa o un arroz, y también pulpo: seco, guisado o en puchero”, apunta Anna Betlem.

Los abuelos residieron entre El Verger, donde Rosa regentaba un horno, y l’Estanyó. A mediados de los años 60 vendieron el horno y marcharon a trabajar a Francia con dos de sus hijas. El padre regresaría meses después y pronto empezarían las obras del restaurante, en 1967. Al poco, volvería el resto de la familia.

El restaurante abriría sus puertas en la primera planta del nuevo edificio y con el tiempo trabajarían allí, junto a los padres, los cuatro hijos del matrimonio: Antonia, Paqui, Rovi y Juanjo. Lo harían también en verano los maridos de ellas. A mediados de los años 70 se hicieron nuevas obras y el restaurante se trasladó a la planta baja. En los dos primeros pisos se abriría un hostal, que es hoy un hotel de tres estrellas con veinte habitaciones.

La terraza, circular y con cañizo, iría ganando en popularidad. El Noguera se ganó un nombre entre los vecinos de la comarca. De aquellos primeros alcoyanos y madrileños que lo frecuentaban, pasó a recibir turistas de otras nacionalidades. La temporada se alargaría entre Pascua y octubre y su carta se iría ampliando y adaptando a las necesidades. En invierno abriría solo para celebraciones.

Por cuestiones de salud, en1987 el restaurante sería alquilado. Antonio Costa, ‘Toni el Curt’, lo llevaría hasta el año 2007 y haría algunos cambios en la carta, como la introducción del marisco. También regentaría el hostal entre 1989 y 2001, cuyas riendas volvería a tomar la familia para poner en marcha el proyecto de hotel.

El Noguera Mar abriría las puertas en 2005 y, tres años después, en 2008, con la implicación de los seis nietos y el hijo pequeño de Juan y Rosa, el restaurante volvería a ser gestionado por una familia que ha sabido hacer de la suerte de vivir en un lugar mágico una oportunidad de negocio.

El menú del 25 de septiembre a las 21 horas en el restaurante Noguera. Bienvenida: selección de embutido de Ca Paquitina a la brasa con longaniza, morcilla y tocino, tostadas de capellà y espencat, almendras fritas y aceitunas partidas; En la mesa: buñuelo de bacalao en tempura cítrica; coca con ventresca de bonito, moscatel, higo e hinojo; berenjena a la llama con queso de cabra y turrón; caballa a la brasa con calabaza y cebolla; Postres: tortada d’ametla con mistela de Xaló; Maridaje: Cervezas Turia y Complot Ipa con dos de los platos y vino; Reservas: 966 47 41 07

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