Pertenecer a una clase en decadencia como la política, en nuestros días es un verdadero acto de nobleza si las intenciones son buenas y serias.
Del mismo modo que hubo una época en que el médico era el señor doctor, igual que los abogados, jueces y maestros, el político también era un señor respetado.
La modernidad, la falta de respeto a veces hasta bien ganada, hizo que «señor» sea reemplazado por «tú», así ya el médico es ese chico majo o un «tío ya mayorcete», los jueces y abogados ya no son acreedores de respeto, ni los maestros y muchísimo menos los políticos.
Pero, siempre hay un pero, los políticos se lo están ganando a pulso, están haciendo todo lo posible por denigrar la clase dejando muy mal parado a un colectivo que por mayoría da una imagen pobre de una tarea rica, mientras se enriquecen por donde no es.
Algún que otro político no entra en este saco, aunque lamentablemente habría que analizar si su silencio no le hace cómplice aunque no quiera serlo.
Me pregunto qué pensará ese buen político rodeado de escoria, de tentaciones y posiblemente de colegas que le hacen más de un feo vacío por no entrar en los chanchullos de los demás así se notan menos las fechorías.
Cómo explicará a sus hijos y a su mujer que él no es como los que salen en los escándalos de la tele, o por qué en casa no hay más lujos y placeres.
Nadar en un río revuelto y contra corriente no es fácil, mucho más difícil es conseguir objetivos.
Mi respeto a esos políticos serios, por ser una mosca blanca o la oveja negra de la clase, por llevarse todos los cachetes como los demás por estar estoico en el mismo saco al que no pertenece.
Dicho esto, si alguien conoce a alguno de estos políticos, que no dudo habrá varios, que me lo presente, es toda una curiosidad.