Jueves a las cuatro de la tarde, esquina de Patricio Ferrándiz con calle Diana, un enorme todoterreno de esos que tanto gustan a las señoras de cuarenta y tantos, estaba parado en el medio de la calle Patricio Ferrándiz delante de la farmacia, una niña de unos doce años había bajado del poderoso troncomóvil, posiblemente a comprar aspirinas.
Poco a poco se fue formando una cola de coches detrás del negro e importante cochazo.
Cada vez más coches se sumaban a la fila de espera mientras la conductora del símbolo externo de poder y riqueza manipulaba su móvil tranquilamente, y lo que es peor, ausente a todo lo que pudiera ocurrir a su alrededor, ya que ese, con toda seguridad, no era su mundo.
Por fin alguien le gritó un par de piropos, creo que poco galantes, pero eficaces, la señora con cara de estar muy contrariada por no poder seguir jodiendo al personal aún sin proponérselo, avanzó unos metros, cruzó la calle Diana y subió a la acera con su súper e incómodo vehículo, pero eso sí, por el paso de peatones y cortándolo totalmente se bajó del tanque mientras un peatón no resistió la ocasión y le hizo unas fotos con su móvil.
Arranqué desde mi palco de espectador, saqué mi móvil y plasmé el momento, la señora se indignó preguntando a voces nada acordes con el estatus que supone el coche, por qué coño todo el mundo le hacía fotos.
Le dije que lo que estaba haciendo se puede hacer pero no se debe, como que vivimos unos cuantos más aunque sea en el mundo fuera del suyo, que los ángeles pueden ser muy graciosos pero molestan con las alas.
Entonces justificó su actitud porque estaba «la niña» enfrente y ella debía esperarla.
Luego comprendí, seguramente esta señora muy elegantosa ella, un poco de pueblo pero con pasta suficiente como para llevar a la niña al cole en ese coche y ella con su modelito negro haciendo juego con la pintura… Sería la hija de Rajoy.
¿Cuándo aprenderán que los símbolos externos, la pasta, las deudas millonarias y el poder no hacen a la educación ni a la clase?
Y… que esos coches no son prácticos para pasearse por estos pueblos de calles estrechas.