Antes, mucho antes de los que usted está pensando, alguien inventó lo del matrimonio para poder acostarse con una chica y que nadie diga nada.
Fue una época machista en la que la mujer se casaba con quien decía su padre, adquiría el apellido del marido y el rango de «señora de», perdiendo toda su identidad.
Nada más insultante que ser el hijo, hermano, padre, madre… «de», uno es quien es, luego vienen los parentescos si se quiere situar al interlocutor, lo otro es un escandaloso secuestro de identidad.
Con el tiempo, surge el término «salir del armario» para definir a homosexuales que antes ocultaban su condición y que, al mejorar las cosas en los tiempos modernos, deciden no esconder más su verdadera personalidad.
A tal punto se llega en la conquista de la igualdad entre géneros que por fin en España se aprueba la ley del matrimonio para personas del mismo sexo.
Poco a poco se va normalizando una situación que antes fuera impensable y hasta perseguida, en algunos casos muy severamente y en otros simplemente apartando de núcleos sociales a estas parejas.
Si ahondamos en la sociología universal podremos comprobar que la mayoría de los colectivos perseguidos son los que necesitan reivindicar sus condiciones, sin ninguna duda, aún hoy existen pequeños focos de ignorantes formando parte de una oposición absurda al matrimonio homosexual y a sus integrantes.
Esa parte de la sociedad que obliga a parejas o a homosexuales individualmente a defender su condición no son más que insensatos insensibles que seguramente padecen otras manías que les descalifican.
No veo manifestaciones por el orgullo de ser abogado, rubia, italiano, mamá, condiciones que sin duda son para estar orgullosos de poseerlas.
Un matrimonio de dos personas del mismo sexo es porque se quieren entre personas, entre humanos, sólo es amor reforzado con respeto, cariño, y otras cualidades que faltan en muchos matrimonios heterosexuales a los que nadie critica.
Enhorabuena por la lucha y los resultados, pero de ahí a hacer una imagen de marca con la bandera y el orgullo… insisto, no hace falta, la conquista ya terminó, la ley lo dice y quienes tenemos un dedo y medio de frente nos fijamos más en dos humanos que se quieren sin mirarles la bragueta, porque la obsesión no es el sexo sino la relación, el amor… que tanto falta en todas partes.