Los nuevos propósitos… de siempre

INÉS ROIG (*)

Llega septiembre y se empieza con la lista de buenos propósitos. ¿Conseguiremos cumplirla?
Empieza el llamado nuevo curso político, escolar, deportivo… y también personal y profesional. Aprender inglés, dedicar más tiempo a la familia, replantear la relación con la pareja… Hay dos veces al año en que la gente se plantea que debe modificar ciertas cosas de su vida, o directamente, que tiene que cambiarla de arriba abajo. Lo habitual es que esto ocurra en Año Nuevo y también ahora, cuando terminan las vacaciones y se vuelve a la rutina.
Es habitual que estos propósitos queden en nada, un ciclo que se repite año tras año. ¿Por qué? En muchas ocasiones tal vez porque los objetivos que se plantean son demasiado ambiciosos, o por falta de verdaderas ganas, por comodidad o por cobardía. ¿Cómo se puede solucionar? Planteándose las metas mejor de cómo lo hemos hecho hasta ahora. 
No hace falta hacer una lista de cosas para hacer. A menudo basta dejar de hacer unas cuantas cosas de las muchísimas que ya se están haciendo (mal). El mayor obstáculo para cumplir con las buenas intenciones posveraniegas es uno mismo. Hay que evitar complicarse inútilmente la vida, escoger metas poco realistas… Todo esto hace que cueste lograr lo deseado: desde dejar de fumar hasta conocer nuevos amigos o perder unos kilos.
Los retos más comunes al empezar el nuevo curso son:
Aprender un idioma. La mayoría de cursos empiezan en otoño, con lo que se tiene la posibilidad de empezar el curso desde el principio. En cambio, si ya se ha estudiado un idioma durante el invierno, retomar el curso en septiembre puede ser más difícil porque la pausa estival representa un brusco parón.
Ponerse a dieta y hacer ejercicio. El otoño es un buen momento para hacer borrón y fijar unas pautas que se deberán asumir todo el año. No hay que plantear regímenes para un mes para perder peso. Hay que dar soluciones crónicas, no existen dietas milagro. El cambio de estilo de vida no se logra en un día.
Cambiar de trabajo. Las ofertas laborales se reactivan después de las vacaciones. Los días de vacaciones son más reflexivos y permiten aclarar las prioridades que uno tiene en su trabajo. Septiembre y octubre son meses propicios para mirar alrededor y ver si hay nuevas oportunidades.
Replantear las relaciones. El comienzo de curso es una buena ocasión para enriquecer la vida social y familiar. Se pueden cultivar las nuevas amistades que se han establecido en el lugar de vacaciones. También es el momento de mirar a la pareja con ojos nuevos.
Buena rentrée a todos.

(*) Farmacéutica

 

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