La vida laboral de Jávea entre 1871 y 1880 (V)

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La población de Jávea tiene suficientes recursos para sobrevivir sin graves problemas, al menos antaño. Tenía agricultura, pesca suficiente para esa subsistencia siempre que la tierra hubiera estado bien repartida, lo cual no era usual. Pero también tenía junto al mar unas minas de tosca. Era esa piedra que endurece con el tiempo y que los hábiles canteros de Jávea sabían dominar con su arte, esfuerzo y técnica.

Era un saber que se transmitía de forma automática, de padres a hijos y de maestro a oficiales. No necesitaban ir a la escuela, pero sí que debían dominar algunos artificios que les proporcionaba el hacer bien las cosas. Hacer esos arcos ‘carpanel’ también denominados apainelado y que es un arco rebajado simétrico que se forma con el añadido de pequeños arcos en los extremos requiere un saber ancestral, ya que no son necesarias fórmulas matemáticas y geométricas, sino un hilo y dos clavos y la suficiente dosis de estilo, paciencia y buen hacer. Pero además dominar todas las facetas para utilizar la tosca de forma artística, con estilo y sobriedad no es algo que se aprende. El hombre de Jávea, como dirá Ramón Llidó muchas veces tiene una ciencia que viene del mundo griego y helénico hundiendo sus raíces en el área egipcia.

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Pues bien, en estos años existían en Jávea varios canteros de los que tenemos noticia y que enumeramos a continuación: Hay una estirpe relacionada con los Bañuls, Bartolomé Bañuls Cardona, José Bañuls Marí y los hermanos Jaime y José Bañuls Masó. Jaime Cardona Salines, José Erades Torres y Antonio Espasa Buigues; Otra rama familiar es la de los Serrat con canteros como los hermanos Antonio y Fernando Serrat Cardona, Vicente Serrat Gil y Antonio Serrat Vallés.

Los Torres nos dan varios canteros como Antonio Torres Carrals, Antonio Torres Salines, los también hermanos Antonio, Bautista y Vicente Torres Serrat para terminar con Juan Torres Vives.

Hemos de señalar que esta actividad puede ser considerada molesta y hasta perjudicial para la salud ya que sus profesionales estaban sometidos al polvo continuado de la tosca así como al ruido generado por los golpes del martillo sobre la piedra. La piel y el oído eran los órganos susceptibles de perjuicio. La ubicación de los canteros en el tejido urbano pensaba que iba a estar en el extrarradio, pero he podido comprobar que no, aunque cabe pensar que el local donde trabajaran la tosca podría estar junto a las canteras en el Montañar o en los aledaños de la población, en ese entramado cercano a las murallas a punto de derribar o derruidas ya. En el Montañar se armaba un pequeño parasol de protección con algún cañizo, pero la morenez de los canteros debía estar en consonancia con su trabajo bajo los rayos del sol de justicia. Aun pueden verse en las playas del Montañar huellas de esas minas abiertas al firmamento donde los antiguos canteros extraían esa piedra que puede verse en cualquier fachada y construcciones de la villa de Jávea. Aun pueden verse los estratos de la duna y las fisuras utilizadas por los canteros o picapedreros para obtener las piezas básicas. Desde 1972 está prohibida la extracción de esta piedra arenisca de la que Jávea conserva una importante reserva.

Decíamos que nuestros canteros de entre 1871 y 1880 vivían no en el extrarradio, sino en el interior y así encontramos canteros en las calles, entre otras, de: Abajo, San Ignacio, San Jaime. Santa Ana, Santa Clara, Santa Lucía y Tossal de Abajo, de acuerdo con las denominaciones de aquel momento.

Un oficio que se cultivó en Jávea por artesanos que han desaparecido en la actualidad y sólo se conserva con un sentido patrimonial como un arte exquisito. Pero hoy las maquinas han sustituido a aquellas manos soleadas, de piel dura, con huellas de martillazos en los dedos y surcos que el tiempo dejaba, con regusto a sal y sabor de trabajo duro y esforzado.

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