La otra cara de la Monarquía

Guillermo_Ares_Opinion

A mis veinticuatro años descubrí que los reyes existían, que las casas reales y sus pomposas vidas eran de verdad.

Al otro lado del charco no existen, son sólo un pasaje de la historia de países lejanos, casi un comic de aventuras.

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Desde esta óptica, sin apasionamientos ni reservas, ya que me guste o no siempre alguien me recuerda que esta no es mi guerra, reflexiono:

Todos aquellos que nacimos en familias de clase media o incluso baja y hemos tenido la oportunidad de subir un poco el listón, no dudamos en cambiar el piso, el coche, el lugar de vacaciones y la cantidad de días.

Pronto nos acostumbramos, y nos gusta, pagar un vinito más caro, mejorar la calidad de la ropa y salir más a menudo al cine a cenar o de compras.

Imaginemos por un momento que despertamos con una bandeja de plata junto a la cama, un mayordomo nos trajo un descomunal desayuno, nos preparó la ropa que vamos a lucir este martes de náutica en el velero de treinta metros.

No hemos terminado de desayunar y ya comentamos qué vamos a cenar esta noche en la fiesta de… cualquiera, unos amigos, con el presidente francés o solos en casa, pedazo de banquete con todos esos caprichos, que si las gambas de Dénia, caviar iraní, carne argentina (que no falte chimichurri) mojado con buenos vinos y mejores licores para antes y después.

Mírese al espejo, seguro que no es capaz de resistir la tentación, ah…si yo fuera Rey…

Si nos pasamos la vida deseando mejorar ¿cuál es la razón que nos altera tanto ver que otros lo consiguen?

¿Envidia tal vez?

Está clarísimo que salvo muy honrosas excepciones, a todos nos gustaría pegarnos la vidurria de la familia real, sólo hablo de demostrables ostentaciones de riqueza y poder sin suponer nada que no se vea públicamente.

Entonces, los hipócritas no son ellos, ellos viven la vida que les ha tocado vivir, han tenido esa suerte o desgracia, según se mire.

A mi entender, no hay razón para quitar la foto del Rey de los ayuntamientos, este es un país monárquico, lo demás ya lo sabemos, se dan la gran vida a costa del pueblo que se puede morir de hambre, a ellos no debe afectarles.

Eso dicen los libros de historia, esos cuentitos de hadas que yo creí hasta mis veinticuatro años, que sólo existían en los libros, jamás pensé que un pueblo del fin de siglo XX o del avanzado principio del XXI se dejaría hacer semejante cosa, al menos sin lubricante.

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