Historias de vida lejos de casa

Benissa recuerda a las mujeres que emigraron en los años 60 y 70

Francia, Alemania y Suiza fueron destino de la migración de cientos de miles de españoles en los años 60 y 70 del siglo XX. Pero el caso específico de las mujeres trabajadoras ha sido poco reconocido, al menos hasta ahora. Ayer se inauguró una exposición al aire libre, en la calle Puríssima Xiqueta de Benissa, para, precisamente, dar visibilidad a las historias de vida de unas mujeres pioneras en su tiempo porque “su valentía merece ser reconocida”, en palabras de Pepa Bertomeu, concejala de Igualdad.

            La mayoría de ellas emigraron a París para trabajar como empleadas de hogar, en las casas de las familias de los barrios ricos de la ciudad. A todas les unía un fin común, contribuir al sostenimiento de sus familias, ya que mandaban el dinero que ganaban al pueblo. El sueño de algunas era ahorrar para comprarse una casa o montar un negocio en el futuro. Y muchas de ellas se marcharon con el billete, las maletas y poco más y era la primera vez que salían de casa. Al principio era por unos meses pero la mayoría de ellas se quedaron durante muchos años. Es el caso de Teresa Crespo Ripoll, que se marchó en septiembre de 1969 porque quería conocer mundo, ya que el pueblo se le había quedado pequeño. En su caso eligió Alemania, Frankfurt, para cuidar niños; aprendía alemán por las tardes en una escuela. Se casó y tuvo dos hijos. Los últimos 20 años vivió en Halle, al otro costado del muro cuando lo derribaron. Estuvo fuera de casa 50 años y volvió a Benissa una vez jubilada.

            El París de aquella época irradiaba modernidad frente al conservadurismo de la España franquista y estas mujeres emigrantes accedieron a una libertad inimaginable. Matilde Roselló, con 18 años, se fue junto con su madre, Josefa Baydal. Le sorprendió la libertad que se respiraba en la gran ciudad y el hecho de ver a las parejas paseando agarrados de la mano o besándose en plena calle, según su testimonio.

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            Las redes solidarias se activaban antes de emigrar y muchas de ellas encontraban trabajo con el apoyo de los emigrantes españoles ya instalados. María Llobell Vengut, conocida como María Les Llums, se quedó viuda con 39 años y cuatro hijos. En 1957, con 43 años, emigra a París para trabajar como ama de compañía de un matrimonio de ancianos. Fue de las primeras en marchar a la capital parisina -después trasladó a su hijos- y fue de gran ayuda para las que siguieron sus pasos. Trababan relación entre ellas y, después de la jornada laboral, salían a bailar o a fiestas.

            Rosario Ivars Roselló y su marido Andrés se casaron en marzo de 1963. Poco después, unos familiares que ya estaban en Francia los animaron a ir porque había mucho trabajo y se ganaba más dinero que en España. Estuvieron en París y en Courthézon y su hija Lola nació más allá de los Pirineos. Hay casos más especiales, de película. Rosario Pineda Palencia conoció a un brigadista internacional en tiempos de guerra y emigró con él a Francia, a la localidad de Brunoy, y allí se casaron. Después montaron un bar.

 

PAREJAS DE HERMANAS Y LA SCHUBERT

 

            En la exposición se cuentan casos de emigración por parejas. Enri Bondia Escrivá, con 23 años, se marchó con su hermana a Dusseldorf, ciudad alemana en la que trabajaba en el montaje de piezas pequeñas de maquinaria de todo tipo. Le gustaba mucho ir a la Avenida Königsalle y a bañarse en el río Rhin. Margarita Baydal Crespo se fue a París en 1964 con su hermana para cuidar niños. Allí conoció a su marido francés de padres catalanes.

            Mención aparte merece la historia de un grupo de veinte mujeres que emprendieron viaje a Alemania en 1965 para aprender un oficio y después trabajar en la empresa Schuberth, que había elegido Benissa como sede para fabricar juegos de alfombras y fundas para los cuartos de baño. Un autobús las llevó hasta la ciudad de Ascheberg y, durante unos meses, convivieron con las expertas operarias alemanas. Toda una aventura y una oportunidad de conocer mundo, compartir vivencias, enriquecerse a nivel personal y optar a un futuro mejor.

            Y un último ejemplo de emigración más allá del “charco”. Teresa Ferrer Ivars marchó a Argentina en 1952 junto a su marido y su hija de apenas un año. Unos familiares de Calp estaban allí desde hacía un tiempo y dieron el paso para trasladarse a Temperley. Él trabajaba en un centro psiquiátrico -era enfermero- y ella se encargaba de limpiar las batas de los médicos del centro.

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