En mi libro sobre los javienses que estudiaron en la Universidad de Valencia entre 1800 y 1832, por mi formación en historia de la educación, me permití glosar cada periodo analizándolo, ya que es una época convulsa para la Universidad que atravesó varias crisis como la presencia de la guerra de la Independencia en la que tres estudiantes javienses tuvieron participación activa, los cambios monárquicos de esos años, el cierre de la Universidad, etc.
Mi escasa experiencia en esos momentos en relación a plasmar por escrito la vida de una persona, me hizo cometer un error y es el de presentar la biografía de Antonio Catalá Catalá, que ocupa casi la mitad del libro, con un estudio cronológico que aunque se corresponde con el proceso vital de la persona, no tiene una coherencia biográfica. Luego he comprendido que las personas tenemos etapas continuistas o de ruptura que coexisten a la vez y que unas explican otras. A la persona hay que presentarla -es lo que he hecho luego en las biografías que he realizado- por áreas que abarcan periodos más o menos largos, pero que pueden tener otras áreas paralelas que coinciden en el tiempo o no. Volviendo al caso de Antonio Catalá Catalá, si tuviera que rehacer la biografía allí escrita separaría los años de formación y presentaría al político en sus ámbitos local, provincial o nacional, separándolo del escritor y del publicista sobre la pasa, el comerciante o el hombre religioso dedicando a cada uno de estos aspectos capítulos diferentes. Pero se va aprendiendo sobre la marcha y de los errores. El hombre se mueve por estímulos e impulsos que le activan durante un periodo y concluido ese, se pasa a otro periodo o parcela, en unos casos nuevo y en otros una variante del anterior. Esto lo he podido comprobar reflexionando sobre mi propio quehacer personal. No hay una línea continúa en el proceso biográfico sino etapas distintas con intereses distintos o no tan distintos.
Una vez pensado el libro, lo escribí a máquina, ya que aun no disponía de ordenador -eso vendría después- y se lo llevé al entonces alcalde Enrique Bas para ver si el Ayuntamiento podía colaborar en la publicación o buscar otras alternativas. Cuando lo vio me dijo que sí iban a poner medios para publicarlo. Efectivamente y tras el correspondiente protocolo contactaron con la imprenta Botella y se llevó a efecto su edición tras ‘picarlo’ de nuevo y consiguiente corrección de galeradas y repasos para que saliera sin errores ni equivocaciones. Para la portada quise que hubiera un a modo de escudo con cuatro cuartos correspondiendo dos a la villa de Jávea y otros dos a la Universidad de Valencia. Diré que la fotografía de la lápida que homenajea a los estudiantes que participaron en la guerra de la Independencia costo de hacer. Conté con la colaboración del amigo Carlos Carbonell que me facilitó algún dato sobre Antonio Catalá Catalá y una foto de éste.
Para la presentación acudí al entonces reciente amigo Ramón Llidó, que accedió a ello y que me presentó en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Jávea el 19 de noviembre de 1989, y gracias a su presencia estuvieron entre el público los que luego serían amigos: Bernat Capó, Ramón Llorens junto a Juan Bover acompañados todos ellos de sus respectivas esposas. La presentación fue presidida por el entonces concejal de Cultura, Joaquín Armell Benavent, y Mª Francisca Cholbi Diego.
Era el segundo libro dejando a un lado mis trabajos pedagógicos que tenían otras finalidades, aunque también trataba de la educación en la Universidad del XIX.