Hay que ver qué barato le ha salido al Enguera los altercados que se produjeron en su campo el pasado domingo, de tal calibre que obligaran al árbitro a suspender el partido en el minuto 92 de juego y cuando faltaban otros cinco para poner fin al encuentro que le enfrentaba al Pego CF. Y todo por la serie de despropósitos con los que el Comité de Disciplina ha decidido resolver la situación de una manera, se podría decir, rocambolesca.
Primero, porque desestima el recurso que presentó el Enguera, presumiblemente con la intención de rebajar unas sanciones que presumía podrían ser importantes.
Segundo, porque las desestima en base a que da por hecha la —cito textualmente— “presunción de acierto y veracidad” de aquello que el árbitro ha anotado en el acta arbitral, y que no se aportan argumentos ni pruebas de peso para descartar ese privilegio que se le atribuye al colegiado por su innata naturaleza de imparcialidad.
Pero es que lo que anota el colegiado en el acta, ni más ni menos, es que un grupo de unos 80 aficionados del equipo local empezaron a insultar, escupir y abuchear a los jugadores del equipo contrario, y que también hubo movimientos por la grada y se produjo alguna pelea. Y que además hubo una tangana tras el gol de penalti del equipo visitante, lo que obligó al trío arbitral, finalmente y con buen criterio, a suspender el partido. Y que, además, este no pudo reanudarse porque la Policía no podía garantizar la seguridad de las personas ante el estado de ánimo latente en el campo.
Pues bien, con toda esta explicación que recoge el acta, y con toda la “presunción de acierto y veracidad” que se le quiera dar, va y resulta que el Comité apenas sanciona con 337,50 euros al Enguera, el club que se vio incapaz de frenar los altercados y de garantizar la seguridad de los allí presentes. Ni se decreta ningún cierre de campo ni nada parecido. Pero es que además al Pego CF el Comité le impone de entrada la misma sanción económica, entendiéndose que lo hace corresponsable de los hechos a la misma altura que el club local. 
En ningún caso se tienen en cuenta los momentos de apuro y angustia que pudieron pasar los integrantes de la expedición pegolina e incluso el trío arbitral, que se vieron intimidados, seguro más de uno, en ciertos momentos de aquella tarde-noche.
Pues nada, apenas siete partidos de sanción que se reparten tres jugadores locales. En el caso de las sanciones deportivas, menos mal que la Federación no aplica el mismo criterio de ecuanimidad que en el capítulo económico y exime a la expedición pegolina de cualquier sanción de partidos. Y menos mal, también, que da el encuentro por finalizado con el marcador de 1-3 favorable al Pego.
Por lo demás, nada de nada. Los ochenta que señaló el árbitro en el acta camparán de nuevo a sus anchas en el próximo encuentro en casa. Casi no habría hecho falta que el Enguera alegase al acta, porque la sanción no ha podido ser más insignificante.
Ya pasó algo parecido con el final con altercados en el Safor Gandia–El Verger, en este caso en Segunda FFCV, hace unas semanas. Apenas hubo castigo.
En fin, y este último caso, el del Enguera–Pego, se resuelve justamente en el mismo día en que se ha conocido que, ya era hora, el Valencia CF ha expulsado a un individuo —porque no podemos llamarlo aficionado al fútbol— del Sector 5 que llevaba no sé cuánto tiempo con insultos racistas a jugadores y a todo aquel que pillara por en medio. Pero no lo hace por iniciativa propia y porque es una actitud que hay que erradicar del fútbol, sino porque los hechos fueron denunciados, pública y judicialmente, por un periodista que, como aficionado, ha tenido que aguantar durante muchos domingos la lluvia de improperios que lanzaba el susodicho.
En fin, que aquí no pasa nunca nada, pero nada de nada, hasta que un día pase algo —esperemos que no— y después ya veremos.
Por cierto, que nos consta que el Pego está muy, pero que muy enfadado por esta resolución, hasta el extremo de que la definen como “lamentable” y “deplorable”.
En conclusión: gana el Pego, pierde el fútbol.
