Desde la sierra norte madrileña es bastante complicado llegar en tren hasta Dénia, quise comprobarlo, pregunté en una de las más «prestigiosas» agencias de viajes donde sólo pudieron venderme el billete desde Madrid hasta Valencia (Atocha – Estación del Norte).
Pero, siempre hay un pero, nadie supo explicarme cuál era el verdadero recorrido, así es que, aquí va:
Desde mi pueblecito serrano hasta la estación de tren más próxima fueron 14 kilómetros de amigo con coche porque de lo contrario hubiesen sido dos autobuses.
Un tren de cercanías me depositó en Atocha, para mi sorpresa, el tren que debía llevarme hasta Valencia, al no ser AVE sino regional, salía desde Villaverde Bajo, por lo que tuve que subir a otro tren para recorrer tan sólo un trayecto entre dos estaciones.
Después de una Coca Cola y bocadillo por fin subí a un antiquísimo vagón carente de todo, ni música, tele o películas, ni siquiera estaban las pantallas, asientos fijos y un lavabo deplorable, ni pensar en un vagón cafetería o una azafata.
Durante el trayecto, un revisor me informa que no sabe muy bien cómo es la llegada a Valencia, pero a mitad de camino subirá su relevo y me informará mejor.
Ocurre que estos trenes no llegan a la Terminal del Norte sino a Sant Isidre, unas cuatro estaciones más después de una caminata de doscientos metros entre un tren y otro.
Eso sí, nos repartieron billetes de metro para cubrir ese tramo.
Una vez en la Terminal, en realidad hay que volver a salir a la calle para por fin llegar al tren que me llevaría hasta Gandia, donde ya me esperaban en otro coche para no tener que depender de otro autobús hasta Dénia.
En este último tren ocurren cosas insólitas, hay unos cristales opacos junto a las puertas con un rótulo que dice: «Martillo para romper cristales. Rompa el cristal para acceder al martillo».
Obviamente lo que dice quiere decir lo que no dice y no dice cómo lo debe decir, pero no deja de ser graciosísimo (¿verdad?).
Un par de ciclistas suben con sus bicis, se ponen junto a las puertas «del lado que abren en todas las estaciones» así molestan bastante más que si lo hicieran de otro modo o si hubiese más espacios dedicados a estos menesteres.
Total, desde que salí de una casa hasta que llegué a la otra, fueron doce horas exactas, interminables y prometo que irrepetibles.
Baste con decir que la vuelta fueron 6 horas de coche para quinientos cincuenta kilómetros con paradas incluidas.
¿Esto es Europa?