Verónica Monsonís (*)
Manejar la agresividad que nos genera la crianza de un hijo no es tarea sencilla. De hecho muchas mamás y muchos papás la niegan y sienten culpabilidad por sentir esta emoción ante ciertas situaciones que vivimos con nuestros pequeños. Pero es imprescindible conocer que la agresividad no es algo malo, sino que es necesaria y natural en todo ser humano. Es parte fundamental para la supervivencia y el equilibrio emocional, pero hay que aprender a cómo sacarla, cuándo, cómo manejarnos con ella y sobre todo cómo ser paciente ante el comportamiento negativo de nuestros hijos.
A continuación os detallo algunos aspectos que podemos aplicar para obtener la paciencia necesaria y afrontar correctamente algunas situaciones.
Recordar que no sólo podemos aplicarlos ante nuestros hijos, sino ante «la vida misma»:
1. Quitarnos los pensamientos negativos (llamados PAN). Los PAN, no nos ayudan a interpretar correctamente las situaciones, sino que hacen que aparezcan otros pensamientos negativos que nos hacen interpretar la realidad de manera equivocada.
Pensar por ejemplo que mi hijo no me obedece, va a la suya y que me reta constantemente no me sirve de nada; sin embargo si tengo en cuenta el momento evolutivo en el que se encuentra y me doy cuenta que forma parte de su crecimiento, podré darle alternativas a su comportamiento y dejar de centrarme en «lo mal niño desobediente que es».
2. Revalúa tu actitud. Piensa en cómo te encuentras, que motivación tienes hoy, si nuestro día ha ido bien… Si mi actitud es negativa y mi energía baja, mi paciencia será básicamente poca, por lo que mi manera de afrontar ciertas situaciones estresantes tampoco será la adecuada. Posiblemente acabe mas irritada, perdiendo los papeles, mal hablando al que tengo enfrente y incrementando mi nivel de agobio sin casi darme cuenta.
3. Reducir exigencias y expectativas.
Con respecto a nuestros hijos por ejemplo, hay que tener siempre en cuenta en qué momento evolutivo se encuentran. Solemos pedir más de lo que a veces pueden darnos, hacer o comprender. Hay que intentar no tener unas expectativas demasiado elevadas, confiar más en ellos y en sus posibilidades, y saber qué grado de madurez tienen (ya que posiblemente estén haciendo lo que cualquier niño sano hace a su edad).
(*) Psicóloga. Master en Psicología Clínica. Experta en Atención Temprana.