El hígado es un órgano esencial para la vida. Se encarga de procesar nutrientes, eliminar toxinas y regular múltiples funciones del metabolismo. Sin embargo, existen cada vez más personas diagnosticadas de hígado graso no alcohólico o también conocido como esteatosis hepática no alcohólica.
Según explica el Dr. Noe Quesada, especialista en Aparato Digestivo del Hospital HLA San Carlos, “a diferencia del hígado graso asociado al consumo excesivo de alcohol, esta enfermedad se presenta en personas que no beben o lo hacen de manera ocasional”. El especialista, además, señala que “el principal problema del hígado graso no alcohólico es que no produce síntomas claros en etapas iniciales y su aparición está estrechamente ligada a factores como el sobrepeso, la obesidad, la diabetes tipo 2 y el colesterol alto”.
Si no se detecta a tiempo, la acumulación de grasa puede provocar una inflamación crónica del hígado (esteatohepatitis), y con los años podría evolucionar a cirrosis o incluso desarrollar cáncer hepático.
“Muchos pacientes se sienten perfectamente bien y descubren la enfermedad de forma casual, en una ecografía o en un análisis de sangre rutinario”, añade.
El origen principal de esa condición se asocia al síndrome metabólico, una combinación de alteraciones que incluyen un exceso de grasa abdominal, tener el colesterol o los triglicéridos elevados, hipertensión arterial y una resistencia a la insulina o diabetes tipo 2. Además, el sedentarismo y las dietas ricas en azúcares, grasas saturadas y ultraprocesados también desempeñan un papel clave en su desarrollo.
El diagnóstico del hígado no alcohólico suele realizarse mediante un análisis de sangre y una ecografía abdominal. En algunos casos concretos, también es necesario recurrir a pruebas más precisas, como la elastografía hepática o la biopsia, que permitirán evaluar el grado del daño.
Aunque al hígado graso no alcohólico se le considera una enfermedad silenciosa -ya que no produce unos síntomas determinantes en sus primeras etapas- se puede prevenir en diversos casos. Tal y como explica el Dr. Quesada, “el hígado graso no alcohólico puede revertirse. Su tratamiento se basa principalmente en los cambios en el estilo de vida: perder peso de forma progresiva, realizar ejercicio físico regular y adoptar una alimentación equilibrada. Una pérdida de entre el 7 al 10 % del peso corporal puede mejorar notablemente el hígado graso”.
Sin embargo, recientemente se ha aprobado un nuevo fármaco para el hígado graso, el Resmetirom, que ya está comercializado en Estados Unidos y tiene pendiente su comercialización en Europa a finales de años.
Noe