Jorge Palomino entrelaza personajes históricos con vivencias personales en su primera novela
Juntar en un mismo libro a Pablo Picasso, Ibn-al-Labbana, Miguel de Cervantes, William Randolph Hearst, Adolf Hitler y Maximiliano de Habsburgo no parece tarea fácil. Ellos son solo algunos de los personajes que aparecen en la novela de Jorge Palomino El Instinto Furioso. Comparten protagonismo con otras muchas celebridades, de cuya existencia sabemos en mayor o menor medida, que nos invitan a viajar por la historia y en el tiempo. La novela se estructura en una serie de relatos independientes que tienen como hilo conductor las vivencias personales del autor. En su primer libro publicado, echa mano de recuerdos y anécdotas que, de un modo u otro, han marcado su vida hasta llegar a Jesús Pobre, donde reside desde hace diez años, o tal vez más. Porque las historias, y también el tiempo, se pueden contar de muchas maneras. El suyo es, sin duda, un modo muy original.
El Instinto Furioso es una novela narrada en primera persona donde la trama discurre por diferentes escenarios. Madrid, Barcelona, Menorca, el sur de Francia, Colmenar de Oreja, Alcocebre, La Habana, Andalucía, Venecia… Y como no, Jesús Pobre y la Marina Alta, que tienen especial protagonismo.
Al lector de la comarca le resultarán familiares la peluquería de ‘el Blanc’, en la glorieta de Dénia, o la Charity Shop de Xàbia, que el autor cita en capítulos distintos. Relata el desembarco de Cervantes en el puerto de Dénia tras su cautiverio en Argel y varias anécdotas relacionadas con la vida del autor de El Quijote. Enlaza también la segunda visita de Sorolla a Xàbia con la guerra de Cuba. Dos ejemplos de la capacidad que tiene Palomino para tejer historias dando saltos en el tiempo y relacionándolas con otros hechos, ya sean vivencias personales o de personajes célebres.

Jesús Pobre es para Jorge Palomino una pequeña isla rodeada de tierra por todas partes y también un lugar seguro. Allí disfruta del olor a campo mojado, del paisaje del Bisserot y de noches de cine en verano, cuando junto con su mujer goza de proyectar y visionar películas sobre el toldo de la casa. Como curiosidad, recuerda los nombres que tuvo el lugar que ha elegido para fijar su residencia tras la jubilación, que tuvo origen en una antigua alquería musulmana llamada Benisadeví. A finales de 1936, en plena guerra civil, Jesús Pobre adoptó el nombre de Mongolia, una denominación laica inspirada en el Montgó o tal vez, según otra teoría, en la República Popular de Mongolia. Con el triunfo del franquismo, volvería a adoptar el nombre con el que ahora conocemos a la entidad local.
La casa del autor de la novela debió ser un antiguo riurau. En sus páginas describe el paisaje de naranjos que la rodea y lo liga a la época dorada de la producción de uva en la Marina Alta y a la exportación de la pasa -tan apreciada por los ingleses para elaborar sus plumcakes- desde el puerto de Dénia.
Travesuras de la infancia, los viajes familiares en el Seat 600, la primera borrachera, el trabajo de pinchadiscos, la esposa artista y los museos, las vacaciones con los hijos y otras experiencias de vida, como aquella “memorable” de la música de un desfile de moros y cristianos, se entrelazan con pinceladas de la biografía de Goya, Joseph Brodsky, Napoleón, Samuel Morse o Walter Benjamin, historias de la CIA, el LSD, de la Segunda Guerra Mundial o de la Guerra Civil española. Un apasionante mundo donde sumergirse a través de la lectura. Hacerlo ahora en verano es más que tentador.