INÉS ROIG (*)
Aunque todas sean cristalinas, lo cierto es que no hay dos iguales. La procedencia, el transporte y el tratamiento que recibe son los factores que determinan la composición del agua que bebemos. A partir de ahí, y dependiendo también de quién la consuma, hay unas más recomendables que otras.
Los dos litros de agua diarios que se aconsejan no sólo hidratan sino que igualmente pueden cubrir las necesidades diarias de calcio de quien la bebé o, para mal, provocar cálculos renales.
Las aguas, pues, causan beneficios y perjuicios, dependiendo tanto de la edad, el peso y la salud del que la consume como del agua en sí, cuyas propiedades pueden sentar más o menos bien según el caso y siempre y cuando se haya asegurado primero, como es lógico, su potabilidad.
Hay dos tipos de aguas: las aguas blandas y las aguas duras
¿Mejor las aguas blandas?
Las blandas tienen una mineralización débil, es decir que el porcentaje de minerales que llevan es muy bajo. Eso hará que sean unas aguas más ligeras. Hay que recomendarlas para quien tiene problemas de riñón, y así se reducen las posibilidades de que se formen cálculos. También son indicadas en general para aquellos que tienen problemas de hipertensión por su escaso contenido en sodio; para los que tienen retención de líquidos por ser más diuréticas; para los ancianos, por su efecto más diurético y para los bebés y los niños , con el fin de evitar una orina demasiado concentrada para una capacidad renal poco desarrollada.
¿O mejor las duras?
Las aguas duras contienen gran cantidad de calcio y de magnesio, por lo que son muy aconsejables para los que hacen mucho deporte, para que puedan recuperarse antes. Son ideales para cuándo necesitamos reponer energías, por su alta mineralización. También, por ejemplo, algunos estudios apuntan que las aguas cálcicas y magnésicas pueden disminuir la concentración de colesterol en sangre.
¿Y la del grifo?
El agua del grifo puede ser tan recomendable como la embotellada. Pese a su mala fama, sobre todo la de la costa mediterránea y las Baleares, más de un 99% de las aguas públicas de consumo humano son perfectamente potables.
El cloro, que es el elemento que preserva la potabilidad del agua del grifo, se suele considerar bastante inofensivo.
El cloro tiene sus ventajas, y son enormes. Su uso es necesario ya que el agua del grifo debe tratarse para protegerla de los riesgos de contaminación que lleva distribuirlas por kilómetros de tuberías.
El agua del grifo está sometida a un sistema de vigilancia continuo con un gran número de controles y medidas de precaución que incluyen avisos de posibles incumplimientos a la población en caso de que el agua no pudiese ser consumida.
(*) Farmacéutica