Uno de los descendientes del neveter fue Francisco Sivera Serrat que se casó con Teresa Sala Bas. He de contar que cuando tuvo lugar al desbordamiento del Turia a su paso por Valencia en 1957, ocurrido doce días después de la aiguà que anegó a Xàbia, Francisco llegó a Valencia con alimentos y agua que en aquellos momentos eran muy necesarios y nos trajo, a casa de quien esto escribe, que a la sazón padecía la gripe asiática que aquel año fue muy virulenta, aliviando un poco las necesidades que sufríamos en la capital del Turia.
He podido advertir en los marineros una generosa entrega que se traduce en muchas manifestaciones y que ellos que saben que dependen de la generosidad de la mar, y tratan de mostrar esa generosidad a lo largo de su actividad y de su vida.
Después de los años 60 del siglo pasado, compró una barca de arrastre, Maravilla. Un día de San Jaime colisionó con otra barca de arrastre que en aquel momento parecía que iba a la deriva y a pesar de los gritos que, desde la suya, le daba, no aminoró la marcha y de dicha colisión se partió en dos, hundiéndose con facilidad. Llevado a juicio el siniestro, tuvieron que pasar siete años para aclarar lo sucedido y darle la razón.
A esta barca de la que disfrutó poco tiempo, sucedió Paquito hasta que en 1978 tuvo otra a la que bautizo como Quico el neveter. Fue su botadura muy celebrada actuando de madrina su hija Ana Sivera y bendiciéndola D. Juan Celda.
Los hijos de Francisco Sivera Serrat, Francisco Javier y Antonio así como los de Vicente Sivera Serrat, Antonio y Jaime siguen la tradición y son pescadores que cada día buscan en la mar el sustento.
He conversado con Antonio Sivera Sala y me ha hablado de los sucesos que la mar les ocasiona; ha visto muchas mangas (tornados) pero ninguno le ha pasado por encima aunque en una ocasión hubo uno muy cerca. Me cuenta que una vez sacaron un tiburón-ballena que en el peso dio 18.000 kilos y que tuvieron muchas dificultades para venderlo hasta que por fin decidieron trocearlo y de esta forma pudieron encontrar compradores.
A muchos de los marineros con quienes he hablado les he preguntado sobre sus mujeres y el dolor o preocupación que les produce su profesión, cuando son muchas las noches que salen a la mar, con mal o con buen tiempo, con temporales o calmada la mar, pero siempre con el peligro de una mala navegación. Me dicen que al final terminan acostumbrándose aunque las que son hijas de marineros lo tienen más asumido y las que no, terminan por asumirlo.
En Lloret de Mar hay una escultura al borde de la mar, junto a un acantilado, por encima del puerto, donde una mujer con un niño, cabello al viento, espera al marinero que vuelva. Bien se merecen estas mujeres que además colaboraban en faenas como el remiendo de redes, la confección de los salazones, etc… un homenaje.
Un marinero-pescador me decía que antaño era peor, porque hasta que el barco no llegaba a tierra, la familia desconocía su situación, mientras que hoy por el móvil pueden enviar aviso de que ya están regresando para tranquilizar a la esposa. ¿Cómo ha cambiado la vida?