Cosas de la mar de Xàbia (XXXIII). Francisco Serrat Pérez

 

Francisco Serrat Pérez es primo de Antonio Serrat Bisquert y como él, enamorado del mar. El día que lo conocí estaba con Salvador Rodríguez Carmona, con Antonio Sivera y con Juan Buigues Ribes. La verdad es que cada uno de ellos merece una entrevista para darlos a conocer, porque cada uno tiene una historia digna de ser conocida. Aquí solo dedicaré a dar unas pinceladas en la medida que vaya repasando las notas que tomé y recuerde algunos hechos de lo que me hicieron sabedores.

Cada mañana, a la hora en que el sol está a mitad camino hacia su cenit, sale de su caseta y sobre un braserillo, a la sombra de una sombrilla abierta para proteger de los rayos solares, coloca unas sardinas que comparte con sus amigos junto a un trago de vino. Allí al tiempo que las degustan van desgranando sus recuerdos y si uno se introduce en el grupo con sólo escuchar va logrando ese aprendizaje surgido de la experiencia vital de cada uno de ellos. Si además se entromete, les pregunta y se muestra receptivo, entonces se crea una sintonía especial porque estos hombres merecen ser escuchados.

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Hoy hablaremos de Quico Serrat: Nació en el año 1935. Hasta los ocho años fue a clase con don Domingo Roig donde aprendió las cuatro reglas y como eran tiempos, no difíciles, sino dificilísimos los que siguieron al año 39, tras las clases a hacer llata para cubrir un poco las necesidades y poder salir adelante. Cada día debía hacer al menos un sombrero (alrededor de cinco brazas de pleita). A los once años ya fue a la mar en un buque escuela, de grumete. Era una trainya en la que todos iban a aprender. Eran sus dueños Vicente Santacreu y Fernando Serrat y la mandaba un señor de Altea. Luego en el Teresa, una barca de arrastre y cuando le toco, al servicio militar. Como todos los marineros, su servicio militar lo prestó durante dos años en un transporte de guerra, el Almirante Lobo. Al concluir el servicio militar pensó en casarse y durante tres años (1957 a 1959) acudió a Marruecos a trabajar en unas almadrabas allí ubicadas. Cada temporada que tenía una duración de 5 o 6 meses estaba muy planificada. En el mes de marzo se armaba la almadraba; en abril y mayo se calaba y junio y julio eran los meses de pesca fecunda. Ese periodo que recuerda my bien fue una forma de hacer dinero para comenzar la vida familiar. Se casó en 1961. Cuando hace poco lo veía caminar junto a su esposa, le recordé esos años y ambos sonrieron.

Es un hombre que se ha centrado principalmente en las artes menores. Quico, como le llaman sus amigos. Ha trabajado en el palangre en jornadas largas ya que salían a las 2 de la tarde, colocaban y vigilaban el palangre regresando al día siguiente. Entre sus especialidades está el palangre de emperador, también el trasmall (trabajo de todo el año) y la bonitolera (de septiembre a enero) o la red de aguja. Entre los barcos de los que tiene recuerdos están el Rosita y el Alaska, porque entre el barco y el marinero se crea una relación casi marital, donde el marinero conoce cada punto o rincón del barco y el barco se convierte en receptáculo casi fetal de unas vidas: la de los tripulantes que en él pasan la mayor parte del tiempo. ¿No habéis visto la traza de útero materno que tiene el barco mientras surca la mar llevando en su interior varias vidas? Si bien lo miráis, lo descubriréis.

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