Cosas de la mar de Xàbia (XVIII). La pesca del bou (1)

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Tenía un amigo, Alfred Aiza, (digo tenía porque falleció) que me regaló su libro ‘El mon mariner de Peniscola’ Yo acababa de publicar Desde Jávea y cuando leí su libro, pensé en hacer algo similar relativo a Xàbia y comencé haciendo algunas entrevistas a pescadores, pero cuando me di cuenta de la extensión del tema lo dejé a un lado. En ese momento preparé alguna parte del proyectado libro teniendo como fuentes la información que me facilitaron algunos pescadores y una de las partes redactada fue la de la pesca del bou a vela. En este punto las informaciones de las que me serví fueron las que me proporcionaron Valenctín Ros y José Morató Boronat. Como ese trabajo escrito en 1986 (hace 27 años) no vio la luz, ahora lo voy a dar a conocer.

La pesca del bou a vela. La pesca como actividad profesional, es una muestra del trabajo en equipo al crear una gran solidaridad no sólo del pescador sino también de sus familias. La organización muy reglamentada por le costumbre hecha ley, señala el cometido de cada uno y la parte que le corresponde aunando todos el esfuerzo para conseguir unas mayores ganancias de las que saldrán todos beneficiados. ‘Todos a una para terminar pronto el trabajo» podría ser el lema de los pescadores de antaño. Hoy la distribución de funciones y la profesionalización de algunas actividades ha hecho perder el sentido a este lama, tan lógico por otra parte.

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Desde un planteamiento sociológico, en este tipo de pesca, se unificaba el llamado psicogrupo con el sociogrupo, es decir, se aunaba lo afectivo con lo efectivo. La convivencia amigable y amistosa que reinaba en una barca de bou tenía que ser plena, todos debían esforzarse por mantenerla, las bromas sin maldad ni suspicacia, los dichos, los chistes. Los comentarios eran continuos cuando la pesca iba bien, pero el trabajo duro, el esfuerzo continuado, las voces de mando, el chirriar de las cuerda cobre las guindalesas, los golpes de agua sobre la barca eran el contrapunto a la situación agradable. Afecto, compañerismo, camaradería tienen que ir unidos al trabajo común, al esfuerzo compartido, a la rapidez por hacer su cometido, a la agilidad y equilibrio para trabajar sobre una plataforma móvil, rapidez de reflejos.

A esto hay que unir el reducido espacio en que se mueven estos hombres, un espacio donde cada cosa tiene su sitio, cada instrumento su función y cometido, cada objeto su nombre propio y distintivo; espacio acotado y en movimiento, de donde no se puede salir ya que el agua limita la zona de trabajo, siendo a la vez quien proporciona el fruto de su trabajo. El mar que da y entrega pero que también en ocasiones pide su óbolo de vidas humanas, es el pago por lo que se recibe.

Un día de trabajo. La media noche ha pasado y se acerca el amanecer. Hacia las dos o las tres de la madrugada el patrón va llamando a todos los marineros que viven relativamente cerca (*). Los marineros poco a poco van acudiendo al ‘mollet’ que va animándose de voces, ruidos, golpes, gritos; una algarabía indicadora del trabajo; es ese mismo ronroneo que se parecía alrededor de un panal de abejas en que cada una va a la suya y sabe la misión que tiene que cumplir.

(1) Esta misión de despertar a los marineros la tenía una persona que según la zona recibía una denominación u otra: Vigilante en Denia, Avisador en Altea, Rentador en Santa Pola, Sereno… y por cuyo trabajo era remunerado o bien económicamente o bien en especie y en muchas ocasiones era uno de los marineros de la barca, quien lo hacía recibiendo una pequeña parte de lo pescado por este trabajo. En Xàbia recibía la denominación de ‘despertador’ para lo cual debía levantarse un rato antes que los demás.

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