Cosas de la mar de Xàbia (XII): La playa, lugar de trabajo

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La playa es hoy un lugar de asueto, de ocio, de descanso mientras recibimos los rayos solares y nos preparamos para el baño. Está poblada de personas en verano, mayores y niños, que se lanzan al mar o que se tuestan al sol o bajo una sombrilla leen o hablan o miran o dormitan o escuchan música. Esta imagen nos hace olvidar que la playa ha sido lugar de muchas otras cosas. De desembarcos enemigos, de llegada de náufragos, de espera de las familias en días de galerna, de tempestad o de mala mar a que lleguen los marineros, de sucesos luctuosos ante ahogados que el mar se llevaba y devolvía, de llegada de botellas con mensaje y sin mensaje, de acumulación de algas, de maderas que la mar traía… De tantas cosas que solo los que viven junto a ella sabe de su historia.

La playa se puebla en verano, cuando el calor aprieta y las aguas del Mediterráneo están más templadas. Es curiosa una estampa que cada vez se está reproduciendo más en verano, en esos días de agobio caluroso, de bochorno (en valencià basca) o de ponent, poblarse a media tarde de gente que busca en una leve brisa del mar, un poco de frescura para el cuerpo. Y si nos fijamos bien en esa población que busca el alivio de la brisa veremos que en su mayoría son ‘latinos’ que transforman la playa de pescadores que pintó Sorolla en una playa multicolor, bulliciosa y alegre.

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Si quitamos esas estampas de ocio y diversión y nos trasladamos a mediados del siglo XX y desde mucho antes, la playa, era en múltiples ocasiones un lugar de trabajo. Las estampas veraniegas son del siglo XX, pero antes las ocasiones para estar en la playa eran escasas. Los primeros trajes de baño son de inicios del XX y no digamos del baño de la mujer que lo hacía en camisola y cuando ya oscurecía.

A la playa se iba a sacar el alga que luego servía para hacer los lechos a los animales en las cuadras y mezclado sabiamente con los excrementos y orines de los animales a los que se unía los aportes del ‘comú’ familiar, constituía un elemento básico para la alimentación de los campos de cultivo. Hasta la orilla se acercaban los carros en los momentos propicios y en ellos se cargaba el alga que la mar había arrojado a la orilla. El olor a sal contenido en las algas se extendía por los caminos, de nueve palmos de anchura, desde la playa hasta los lugares donde se depositaba dicha alga y que luego seguía su proceso hasta convertirse en estiércol.

Pero también la playa era el lugar a donde llegaban las barcas y se reparaban o se cuidaba su mantenimiento. Las barcas, a la intemperie, quedaban varadas quietas, alineadas, con los palos tumbados y las velas recogidas. Cuando era necesario el pescador se acercaba para re-pintarla, calafatearla o limpiarla. Las redes estaban al lado, en tierra, en torno a la barca y allí podían verse otros artilugios, corchos, bolas de cristal… Todo representando un mundo de trabajo duro.

Cuantas veces junto a las barcas, estaban extendidas las redes y unas personas, muchas veces mujeres o la mayoría, al sol, con sus sombreros de paja, su vestuario marinero, estaban con sus rápidas manos reparando la red. Iban haciendo nudos sobre la red que atraían hacia sí, en los lugares que un pez de mayor tamaño, había producido un boquete. Las veo en plena faena cantando esas canciones de trabajo, de ritmo monótono, pero que alivian el esfuerzo y mitigan el cansancio: ‘boga, boga, marinero’ o aquella de ‘a la vora de la mar n’hi ha una donzella, que en brodava un mocador que és per la reina’. La playa no siempre ha tenido una misma función, pero hoy las hay hasta con banderas azules, además de las verdes, amarillas, de la cruz roja o de la presencia de medusas. ¿Cómo cambian las cosas con el tiempo?

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