No escuché nunca a ese portento de la oratoria popular que es González Pons quejarse del escrache cuando lo hacían los suyos. Ni a él ni a ningún miembro del PP. Me refiero, claro está, a las agresiones, insultos, amenazas y bombas que hubieron de padecer, Joan Fuster y Sanchis Guarner por un lado y los progresistas y universitarios valencianos de otro, durante varios años en lo que se llamó la Batalla de València. Y que diseñaron y llevaron a la práctica miembros del GAV -que luego acabaron a partir un piñón con el PP- con la anuencia de los políticos primero de la UCD y el visto bueno de la derecha valenciana después. Y respaldados por la complicidad de una parte de la prensa valenciana –la ínclita Mª Consuelo Reyna-. Y sin que ni jueces ni fiscales ni policía hiciera nunca nada por averiguar de dónde salían las bombas.
¡Ay!, si éstas las hubieran puestos otros. Aún estarían en la cárcel. Pero ya se sabe que los delitos del PP o prescriben o han sido conocidos con escuchas ilegales. ¡País!