El Proyecto Cabo Rorcual estudia en aguas de la Marina Alta el comportamiento del segundo animal más grande del mundo
Dicen que para proteger algo primero hay que conocerlo. La Universidad Politécnica de Valencia puso en marcha esta primavera un proyecto para estudiar el comportamiento del rorcual común, el segundo animal más grande del mundo y hasta ahora prácticamente un desconocido. Su talla suele estar entre los 18 y los 26 metros, aunque aquí en el Mediterráneo -donde habita desde hace muchos años- difícilmente puede superar los 20 metros. El estudio, que tendrá una duración de dos años, ha hecho de las costas de la Marina Alta su base de operaciones. Es aquí, y a veces muy cerca de la costa, donde se divisan muchas ballenas de esta especie, que tienen su principal amenaza en el tráfico marítimo. Ocurre básicamente entre los meses de mayo y septiembre en las costas de Dénia y Xàbia.
La elección de esta zona del litoral, entre el Cap de la Nau y los alrededores del Cap de Sant Antoni, no se ha hecho al azar. Está situada fuera del Área Marítima Protegida del corredor de migración de cetáceos del Mediterráneo, entre el canal de Ibiza y Barcelona, y su presencia desde hace unos quince años es cada vez mayor y se le avista en épocas distintas. Todo ello abre muchos interrogantes que solo se podrán cerrar conociendo los patrones de comportamiento de este cetáceo, una especie vulnerable que encuentra otro enemigo en el desconocimiento por parte de quienes se acercan a él en el mar, atraídos bien por su gran tamaño o por los chorros de agua que lanza desde las aberturas nasales situadas en lo alto de su cabeza.
Eduardo Belda explica que Cabo Rorcual es un proyecto piloto desarrollado por un equipo multidisciplinar formado por expertos en distintas áreas. Él es biólogo y se encarga de la coordinación del trabajo. Los avistamientos desde tierra -la Torre del Gerro es un magnífico lugar para contemplar el paso de los rorcuales y también de otro cetáceo común en la zona, el delfín mular- se complementan desde el mar con una embarcación. Colabora también el servicio de guardacostas, con quien el equipo está en contacto. Se han instalado también tres micrófonos submarinos en un triángulo formado por la reserva marina del Cap de Sant Antoni, a 80 metros de profundidad en el Cap de la Nau y en el canal de Ibiza. Víctor espinosa, experto en acústica submarina, subraya la importancia de contrastar las vocalizaciones con los avistamientos. La tecnología, el uso de hidrófonos para escuchar los sonidos y detectar su presencia y dirección, les permite conocer el paso de las ballenas que no se ven en superficie y también el de aquellas que hacen camino por la noche. Asimismo, se marcarán dos o tres animales con emisores satelitales para poder seguir su trayectoria.
Lo importante, dice el coordinador del proyecto, es saber “quiénes son y a dónde van”. Las teorías clásicas sobre las migraciones de este tipo de ballenas chocan con los últimos registros acerca de la dirección y la época en la que se desplazan. Llama también la atención su acercamiento a la costa en los últimos diez o veinte años, sobre lo que se barajan varias teorías. Podría deberse al aumento del tráfico marítimo, “que en los últimos años se ha incrementado un 25%”, precisa Eduardo Belda. Pero también a otros factores, como el cambio climático o la búsqueda de las mejores rutas para la migración, aquellas en que la distancia es más corta.
Por el momento, se desconoce el origen y el propósito de las migraciones, si son ballenas del Mediterráneo, del Atlántico o si proceden de los dos lugares, si se desplazan en busca de alimento o para reproducirse. Podría incluso tratarse de las ballenas que sobrevivieron a aquella importante industria ballenera que se desarrolló entre los años 20 y 50 del siglo pasado en el Estrecho de Gibraltar, apunta Belda.
Por aquel entonces, y hasta que el negocio dejó de ser rentable, se mataron miles y miles de rorcuales. Hoy, su principal amenaza son los grandes mercantes y todo tipo de embarcaciones, también las de recreo que, como dice el coordinador, no deben acercarse a menos de 60 o 100 metros ni atosigarlas. Algo que, como ellos han visto más de una vez, no siempre se cumple. Sin ir más lejos hace apenas unos días, cuando una barca se interpuso entre una madre y su cría.
Desde mayo hasta ahora, el equipo que desarrolla el trabajo de investigación ha realizado más de 70 avistamientos de ballenas. El grupo más numeroso ha sido de 6 o 7 ejemplares. “Hubo dos semanas en que estuvimos viendo rorcuales todos los días”, recuerda el biólogo.
El Proyecto Cabo Rorcual cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica, la Generalitat Valenciana, los ayuntamientos de Dénia y Xàbia, la Fundació Baleària, la asociación Eucrante, el Instituto Español de Oceanografía y la Fundación Oceanogràfic. Colaboran también con el equipo los guardacostas, el Servicio Marítimo de la Guardia Civil y Marina el Portet. Además de conocer mejor el rorcual común, las conclusiones permitirán desarrollar un plan de protección y gestión que pase por proponer una nueva área marina protegida o quizás modificar los límites del corredor de migración de cetáceos del Mediterráneo, explica Eduardo Belda.