Sabemos que en algunos países los chorizos se ponen en los puentes de las autovías o autopistas para arrojar una piedra en el parabrisas de algún vehículo haciendo que su conductor detenga la marcha, momento en que es abordado por los cómplices de quienes estaban en el puente.
Pero hay más chorizos y modos de robar a quienes viajan por estas vías.
Uno de ellos son las tiendas, restaurantes y gasolineras en las salidas indicadas como áreas de servicio.
La semana pasada salí de la A3 volviendo de Madrid en dirección Valencia, con la intención de descansar unos minutos, comprar un refresco y patas fritas para entretenerme el resto del viaje.
El desvío era hacia una carretera en muy mal estado que me condujo hasta una especie de bar con poca gracia, único edificio en pie en muchos kilómetros a la redonda.
Una lata de Coca Cola y una bolsa de patatas fritas costaron cinco euros con setenta céntimos.
Aprovechando otros viajes similares por autovías y autopistas, unos seis mil kilómetros en menos de diez días, hice un pequeño estudio comparativo preguntando a quienes tienen que poner la cara y pedir estos disparates de cifras por artículos que en toda España se venden muchísimo más barato
Los empleados de estos locales aceptan que son cifras desmedidas, pero deben defenderlas preservando así sus puestos de trabajo.
No hay nada que justifique los elevadísimos precios, ni el entorno o la decoración, ni la atención o higiene, nada que suponga un «plus» sobre los demás.
Aparentemente, el motivo es la imposibilidad de buscar mejores ofertas, estos establecimientos gozan de eso que se llama monopolio lo tomas o lo dejas.
Hace unos 20 años fui distribuidor para la zona norte de Madrid de una importante marca de frutos secos, enormes pipas, patatas fritas y otros productos para aperitivos, allí aprendí que los envases se diseñan de tal modo que aparentemente parecen los mismos, pero la cantidad de producto es menor y el precio es mayor, aun cuando vaya impreso en la propia cara del envase.
La idea es que haya una línea de productos especialmente dirigidos a estos puntos de venta donde los precios se disparan.
Así podemos ver una bolsa de patatas fritas con sabor jamón que dice ofrecer un 20 por ciento más de producto, sólo que en las autopistas y autovías son la mitad de tamaño y el doble de precio.
Total, un verdadero choriceo aprovechando que no podemos salir de esas vías en busca de mejores precios.
Deberíamos ponernos de acuerdo, viajar con refrescos, patatas y café en el coche, salir con tanque lleno antes de entrar en esas vías en un intento de no parar en estos establecimientos.
Si fuésemos capaces de algo así, seríamos también capaces de conseguir muchas otras cosas en nuestras sociedades.