¿Agujetas? ¡Pues a entrenar!

INÉS ROIG (*)

Agujetas es el nombre coloquial. Se llaman así porque van asociadas a un dolor localizado, como si nos clavaran agujas, en cualquier parte del cuerpo.
 Aparecen, normalmente al día siguiente de reanudar la práctica deportiva después de un periodo de inactividad. La desaparición de las mismas puede producirse en un periodo de tiempo comprendido entre uno y quince días.
 Empieza el curso tras las semanas más estivales y hay quien reemprende las actividades físicas.
 Volvemos al deporte. Lo hacemos siguiendo un programa personal y supervisado por un profesional. Parece que no hay nada más sano. Todo está bajo control y ¡aparece el agarrotamiento y el dolor! Lo más lógico, lo más común y lo más humano es que o bien cuando cambiamos la rutina del entrenamiento, o bien cuando incrementamos de forma brusca la duración o la intensidad a la que estamos acostumbrados aparezcan las agujetas.
 Y entonces, ¿qué?¿Lo dejamos? ¿Esperamos a que desaparezcan esas punzadas dolorosas? ¿Bajamos el nivel? ¿Qué hay que hacer? ¿Cómo hay que tratar las agujetas? Pues trabajando, incluso siguiendo con el ejercicio que causó ese dolor, eso sí, adaptando la intensidad. A pesar de que ese dolor puede ser alarmante para las personas que no están acostumbradas a sufrirlas, se trata de una respuesta normal. Forma parte del proceso de adaptación del cuerpo que una vez recuperado se vuelve más resistente y fuerte. Por eso no hay que abandonar el entrenamiento. Continuar haciendo ejercicio es la mejor terapia, ya que acelera los procesos de recuperación debido a que mejora la vascularización de los tejidos, el aporte de los nutrientes y la eliminación de los productos de deshecho.
 El mejor tratamiento es, una vez más, la prevención, ya que una vez aparecen las agujetas, poca cosa se puede hacer para eliminarlas. Hay muchos mitos sobre el tratamiento, uno de ellos era que las agujetas eran el resultado de la acumulación de ácido láctico y desaparecían al tomar azúcar… Y ya se ha demostrado que no es cierto. También se creía que el mejor tratamiento eran los estiramientos pero se ha visto que no son un buen método para hacerlas desaparecer.
 Así las cosas, lo más recomendable (además de la prevención que consistiría en ir aumentando el ritmo e introducir cambios en el entrenamiento poco a poco) es proporcionar al cuerpo todo lo que necesita para regenerarse: la mejor alimentación para rendir mejor en el día a día y también en el deporte. En las primeras horas, cuando aparece el dolor de las agujetas hay que proporcionar al cuerpo una hidratación óptima, una dieta óptima, un descanso óptimo, duchas de contraste (baños de agua fría y caliente) y aplicación de hielo sobre la zona afectada para reducir la inflamación.
 Pero lo importante es evitar las agujetas. No se pueden prevenir completamente, pero si se puede intentar minimizar su aparición y efectos, si se progresa despacio y se aumenta la duración y la intensidad del ejercicio poco a poco, si se calienta bien antes de empezar a entrenar y se recupera después de acabar y si hay una dieta e hidratación óptimos.
 Los periodos de inactividad pasan factura a todos. Evidentemente, cuanto más tiempo se está inactivo, peor serán las agujetas si de golpe se hace una actividad intensa. Pero, puesto que existe una adaptación a medida que entrenamos, llega un momento en que deben desaparecer del cuadro de entrenamiento.

(*) Farmacéutica

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