A la luna de Valencia: ¿El futuro puede ser así?

RodolfoMarti

En una silla estaba sentada una muchacha a la que se le apreciaba que una enfermedad le minaba su joven organismo. Estaba macilenta, con la piel de la cara arrugada. Al levantarse se vio que andaba algo encorvada y a pequeños pasos, como si una gran carga pesase sobre ella. Se dirigió hacia el mostrador y después de una breve charla, la chica se dirigió a la puerta y se disponía a salir, cuando por sus mejillas rodaron unas lágrimas. Un hombre le preguntó si le dolía algo.-Me duele todo. Pero sobre todo me duele el alma.- Tomó aire y continuó.- Me han dicho que se me han acabado los puntos y ya no me van a poner más tratamiento. Según sus protocolos, no me hace falta tratarme más porque mi vida está en su fin y no es cuestión de malgastar dinero conmigo.-

El hombre y muchas de las personas de la sala de espera se indignaron por aquello que les decía la joven enferma. – Es más. Me dicen que si consigo puntos de otras personas, seguirán el tratamiento.- Todas las que estaban allí se brindaron a darle puntos de los suyos, si tenían. – Todos tenéis, porque esos puntos se dan en función de los días presumibles de vida que os quedan. -Nadie sabe cuantos días nos quedan de vida,- dijo un enfermo.- La joven enferma añadió: – Ellos tienen una tabla en la que se relacionan varios parámetros, como no haber fumado, no haber bebido bebidas alcohólicas, haber comido poco y sano, hacer ejercicio físico y trabajar mucho manualmente, – enumeró la muchacha, añadiendo, – Yo he llevado la vida de un joven actual, que dicen que es insana, aunque lo que peor ha puntuado es que no tengo trabajo fijo y soy doctora en ciencias -.

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– Yo te puedo dar la mitad de mis puntos,- dijo un hombre de unos cincuenta años-. Lo mismo te doy tres días que quince años, porque he sido bebedor, comedor, muy trabajador. No me han podido quitar puntos porque he sido un ejecutivo muy importante y no hay quien me tosa -.

Otra mujer le dio 100 puntos. -Tengo 2.000 puntos porque soy una mujer casada, con 4 hijos y me he dedicado al hogar, que eso es puntuado muy alto.

Otra le dijo, – Te doy lo que tengo: 100 puntos. He trabajado en una empresa y luego he hecho los trabajos caseros. Eso se puntúa mal, pero quiero regalarte algo de vida.

Poco a poco la joven había recogido suficientes puntos para seguir el tratamiento que le alargaría su vida. Cuando los mostró en la ventanilla, la burócrata los revisó y mirándola de arriba a abajo le preguntó: -¿Tu para que quieres vivir más, si no tienes donde caerte muerta?-.

– La vida es lo único que tengo y la quiero conservar, sobre todo para honrar a las buenas gentes que me han dado algo de su vida, lo que me hace pensar que la solidaridad aún existe -.

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